Este es un blog que quiere hacer llegar cuentos diferentes a todos aquellos que los quieran leer.

lunes, 30 de julio de 2012

¿QUIERES UN CUENTO PERSONALIZADO?

Hola a todos,

Esta semana me voy a tomar un pequeño descanso con la familia, pero intentaré seguir escribiendo para poder publicar un nuevo cuento en cuanto vuelva.
Por otro lado, como habéis podido comprobar, la mayoría de mis cuentos están basados en un niño o niña real, Carla, Olga, Sergio... Así que os propongo algo:
Si estáis interesados en que escriba un cuento de algún niño que conozcáis:  hijo, sobrino, nieto, amigo, podéis enviarme un mensaje a mi correo electrónico (susmuez@yahoo.es), y en el plazo de una semana o diez días os enviaría el cuento. Para ello necesito unos datos: nombre del niño, edad, familia (padres, hermanos, primos, abuelos, amigos), también es muy importante saber que tipo de cosas le gustan (algún deporte, animales, juguetes) y algo de su personalidad ( si es tímido, extrovertido, muy hablador), vamos, todo aquello que me pueda servir para idear una bonita aventura en la que el o ella sea protagonista y sobre todo, se vea reflejado en el personaje. El cuento será único y exclusivo para ese niño.

Lo más importante de todo, no tiene ningún coste. Escribiré el cuento y os lo enviaré en un PDF a vuestro correo electrónico, v si luego queréis que lo publique en el blog, entonces lo publicaré.
Espero noticias vuestras.
La autora (Susana)

miércoles, 18 de julio de 2012

LAS AVENTURAS DE NICO Y NILO 2

Hola de nuevo. Aquí va la segunda aventura de las pequeñas ardillas, Nico y Nilo. Esta vez tienen una fiesta y van a hacer una tarta. No cuento más. A leer....



LA TARTA

Comenzaba un nuevo día para Nico y Nilo. Como todas las mañanas, sonó el despertador con un “ring, ring” y Nico se levantó de un salto. Se aseó y se peinó sin dejar de mirarse en el espejo, porque era muy coqueta.
Corriendo fue a la cocina a preparar un buen desayuno.

—¡Despierta, dormilón!—gritó Nico a su hermano que todavía estaba en la cama.
—Déjame dormir. Todavía es muy pronto.
Nilo metió la cabeza debajo de la almohada. Le encantaba dormir y odiaba madrugar.
—Vamos, levanta. Ya está listo el desayuno. He hecho tortitas con chocolate.
Nilo salió de la cama de un salto. Adoraba las tortitas, sobre todo, si eran con chocolate.

—Hoy es la fiesta de mi amiga Trudi y voy a hacer una tarta de moras—dijo Nico a la vez que recogía su plato del desayuno—. Debemos ir pronto al bosque para recoger las mejores moras.
Mientras su hermana le hablaba, Nilo estaba concentrado en  volcar todo el sirope de chocolate sobre las tortitas. Pronto éstas empezaron a flotar por el plato.
—¡Pero qué estas haciendo! Te has pasado con el chocolate.
—No me he pasado. A mi las tortitas me gustan así ¡Mmm…qué ricas!
—Date prisa, Nilo. Tenemos que irnos ya, se está haciendo tarde.

Los dos hermanos fueron saltando de árbol en árbol y junto al río encontraron unos arbustos llenos de enormes moras. Nico cogió su bolsa y comenzó a recogerlas. Era muy cuidadosa, solo cogía las más grandes y sabrosas.
—¡Nilo, no te comas las moras, no vamos a tener suficientes para el pastel!—gritó Nico al descubrir a su hermano con toda la cara manchada de moras.
Nico siguió con su tarea, yendo de arbusto en arbusto y seleccionando las mejores  moras. Ya estaba terminando cuando se giró y vio que su hermano había desaparecido.
—¡Nilo!¿Dónde estás?
Comenzó a buscarlo por los alrededores, pero no contestaba. Volvió a llamarlo, pero seguía sin contestar. Empezó a preocuparse.
Se acercó a unos arbustos y de repente oyó un grito.
—¡Arghhhh…!¡ Soy el monstruo del bosque!
Nico dio un grito y cayó al suelo mientras su hermano no paraba de reírse. La broma había sido muy divertida.
—¡Nilo! Deja de reírte, no ha tenido gracia. Me has asustado— dijo su hermana muy enfadada—.Volvamos a casa, todavía tengo que hacer la tarta.

Ya en casa, Nico comenzó a cocinar. A ella le encantaba hacer tartas para sus amigos. Era una gran cocinera. Nilo, que no era muy amigo de la cocina, decidió tumbarse en la cama mientras se comía una cajita de bombones que tenía guardada debajo del colchón.
—Nilo, deja de comer y ven a ayudarme, no puedo coger el bote de harina. Está muy alto.
Nilo se acercó y dio un gran salto, intentado coger el bote, con tan mala suerte que éste se cayó derramando toda la harina sobre su hermana.
—¡Pareces un fantasma!—dijo Nilo sin parar de reír.
—¡Vete de aquí y no me ayudes más!—gritó Nico muy enfadada—.Prefiero hacerlo sola.
Nilo se fue cabizbajo. Esta vez se había pasado con la broma.

Nico, después de limpiarse, siguió preparando la tarta. Comenzó a mezclar la harina con los huevos y el azúcar y pasado un buen rato, tras poner la última mora, la tarta ya estaba lista. Se sentía muy orgullosa, era una tarta estupenda y le había quedado muy bien. Incluso había hecho un dibujo de su amiga Trudi.
Ya era casi la hora de la fiesta. Nico decidió arreglarse, ya que le encanta ponerse guapa para las ocasiones especiales. Era un buen momento para estrenar su nuevo lazo. Se miró por última vez en el espejo, cogió la tarta y salio de casa muy contenta. Ya podía ir a disfrutar de la fiesta con sus amigos.
Fue a buscar a su hermano. Se había enfadado mucho con él, pero ya se le había pasado. Su hermano siempre le hacía enfadar, pero al final, le perdonaba.
—¿Dónde estas, Nilo?—le llamó, pero éste no le contestó.
Seguramente ya se había ido a la fiesta, pensó. Así que decidió ir sola.

Al llegar a la fiesta vio que Nilo ya había llegado y en su pequeña manita  llevaba un precioso ramo de flores.
—Hola, hermanita. Toma estas flores. Las he cogido para ti—dijo Nilo—.Perdóname, me he portado muy mal. Lo siento.
Nico y Nilo se fundieron en un gran abrazo, y como buenos hermanos, olvidaron la pelea.
Esa tarde lo pasaron bomba con sus amigos y  disfrutaron juntos de la super fiesta de Trudi.


Qué le vamos a hacer. Nilo es algo gamberrete, pero tiene un gran corazón y su hermana le quiere con toda su alma. Al final la fiesta fue genial y la tarta estaba riquísima.

HASTA LA PRÓXIMA

martes, 26 de junio de 2012

LAS AVENTURAS DE NICO Y NILO

Hola a todos de nuevo,

Os quiero presentar a mis dos nuevos amigos. Se llaman Nico y Nilo. Son dos pequeñas ardillas, habitantes de un bonito bosque, a las que les gusta jugar, divertirse, y sobre todo, disfrutar de la naturaleza. Casi me olvido, y son hermanos. Nico es la mayor. Su verdadero nombre es Nicole, pero le gusta que la llamen Nico. Es una bonita ardilla a la que le encanta disfrutar del sol, y sobre todo, le gusta que el lugar donde vive siempre esté igual de bonito. Es muy tranquila, algo seria a veces, pero sobre todo, muy protectora con su hermano. Nilo, el pequeño, es muy inquieto, le encanta hacer rabiar a su hermana, aunque en el fondo, no podría separarse de ella. Y por cierto, lo que más le gusta es el chocolate.
Ahora que ya he hecho las presentaciones, os dejo con su primera aventura.
Espero que os guste.



UN DIA EN EL LAGO

Era un bonito día de primavera, lucía el sol y Nico y Nilo estaban disfrutando del calorcito en su rama preferida.
—Hoy es un buen día para darnos un baño en el lago—dijo Nilo.
—Es una gran idea. Podríamos hacer un picnic.
—¡Si, un picnic!¡Qué guay! Vamos a organizarlo.

Los dos juntos comenzaron a preparar el almuerzo. Nico fue a recoger algunas frutas: unas ricas fresas y unas refrescantes naranjas. Mientras, Nilo se encargó de hacer los bocadillos. Preparó dos enormes bocatas de jamón y queso. A Nilo le encantaba el jamón.
—Ya está todo listo—dijo Nico mientras cerraba la cesta del picnic—. Nilo, no te olvides de coger los flotadores y la pelota.

Comenzaron a saltar de rama en rama y en un abrir y cerrar de ojos, los dos hermanos llegaron al lago.
Nico, a la que no le gustaba el agua fría, decidió meterse poco a poco en el lago. De repente oyó un grito.
—¡Bomba va!—gritó Nilo, a la vez que daba un salto y caía al agua salpicando a Nico.
Éste no paraba de reírse; su hermana estaba empapada.
—¡Me has mojado entera! No te escapes, te vas a enterar.

Comenzó a perseguir a su hermano por toda la orilla echándole agua sin parar. Nilo corría y reía a la vez, hasta que se tropezó y cayó al suelo. Nico lo alcanzó y comenzó a reírse de él.
—No tiene gracia. Me he tropezado con algo y me he hecho daño.
Nico se acercó a mirar con qué se había tropezado su hermano.
—Mira, es una botella de cristal—dijo muy sorprendida—. ¿Quién la habrá tirado aquí?
—Allí hay más basura, Nico. ¿Quién habrá hecho esto? Con lo bonito que es este lugar.
—Tengo una idea. Juguemos a recoger la basura. El que recoja más se podrá comer el bocadillo más grande.
—¡No, mi superbocata! —gritó Nilo riéndose—. No me vas a ganar. Ese bocata es mío.
Nico y Nilo empezaron a recoger toda la basura. Había botellas, plásticos y muchos papeles. No paraban de correr de un lado a otro limpiando toda la orilla del lago. Fue un trabajo duro, pero cuando terminaron, se sintieron muy bien. El lago estaba limpio y bonito.





Debía ser ya la hora de comer porque el estómago de Nilo empezó a hacer ruidos. Se sentaron junto a la orilla del lago y sacaron la comida de la cesta de picnic.
—Yo he recogido más basura que tú. Me toca a mí el bocadillo grande—dijo Nilo sacando su superbocata.
—Está bien. Es todo tuyo, te lo has ganado. Has hecho un buen trabajo.

Nico miró a su hermano sonriendo, mientras éste le daba un enorme mordisco al bocadillo de jamón y queso. Terminaron los bocatas a toda velocidad, tenían mucha hambre. De postre se tomaron las fresas y las naranjas. Estaban tan, tan llenos que decidieron echarse una siesta bajo un gran árbol.
Pasado un buen rato, Nico se despertó. Vio que su hermano ya estaba levantado.
—¿Qué tienes ahí escondido, Nilo?
—Nada.
—Mentira, tienes algo ahí detrás.
Nico se acercó a su hermano y vio que tenía escondida una chocolatina.
—¡Nilo, una chocolatina!
—Mmm, me encanta el chocolate—dijo éste mientras comenzaba a comérsela con gran satisfacción.

Pasaron toda la tarde jugando con la pelota y bañándose en el agua. Había sido un día fantástico. Pero llegó la hora de volver a casa. Nico comenzó a recoger el picnic.
—Nilo, ayúdame a recoger. Debemos dejar todo limpio.
—¡Estoy cansado!—dijo Nilo, que se había sentado en la orilla del lago y jugaba a tirar piedrecillas al agua.
—Debemos dejar todo muy limpio para que la próxima vez que vengamos esté tan bonito como está ahora. ¿A qué este lugar es precioso?
—Tienes razón. Voy a ayudarte.
Y los dos hermanos recogieron el picnic sin perder en ningún momento la sonrisa.

Recordad, chicos. Es muy importante mantener limpios nuestros bosques y lagos. Así siempre podréis disfrutar de ellos. ¡Hasta la próxima!

martes, 22 de mayo de 2012

LOS BICHOS DE SERGIO

Este cuento comenzó a partir de una petición de mi hijo Sergio. Tiene cuatro años y es un apasionado de los bichos. De hecho, creo que hay más arañas en mi casa que en todo el Amazonas. Menos mal que no son venenosas. Siempre me hablaba de un bicho taladro que había conocido en el patio de casa, de hecho, hasta tenia un dibujo de él. Los bichos taladro son rojos y negros y tienen muchas patas.
Siempre he pensado que lo había inventado, pero se me ocurrió poner BICHO TALADRO en Google y resultó que existía. ¡ CÓMO UNA PERSONITA DE CUATRO AÑOS PUEDE LLEGAR A SORPRENDERME CADA DÍA! Qué grandes lecciones nos dan "esos locos bajitos" que viven a nuestro alrededor y quién no querría volver a ser uno de ellos.
Por eso, este cuento lo dedico a todos esos niños que pasan del fútbol, de los dibujos animados y de los videojuegos y que disfrutan aprendiendo de todo aquello que hay a su alrededor, en la naturaleza. Disfrutadlo.


LOS BICHOS DE SERGIO

¡Hola, amigos! Me llamo Sergio y os quiero presentar a mis mejores amigos.

Esta es ESPE, mi amiga araña. Es la más sabia de todos porque ha vivido en muchos, muchos lugares. Le encanta tejer y contar historias de sus viajes. Una vez, viajó a la gran selva del Amazonas, porque su prima Puri se iba a casar y no podía perderse la fiesta. El viaje fue muy largo y vivió grandes aventuras. Pero esa es otra historia.

Aquí esta PACHU, y es un bicho taladro. Nos conocimos un día de primavera, en el patio de mi casa. Al verlo me sorprendí mucho porque nunca había visto un bicho igual. Era negro y rojo y tenía muchas patas. Se acercó a mí y dijo:
—¡Hola, Sergio!
—¿Quién eres?—le pregunté todavía sin tener muy claro lo que estaba pasando.
— Mi nombre es Pachu, y soy un bicho taladro.
—¿Un bicho taladro? Nunca había oído hablar de esos bichos.
—Es normal. Somos muy discretos y no nos gusta que los humanos nos vean—me explicó tranquilamente mientras caminaba de un lado a otro—. Pero tu me has caído bien. Te he observado muchas veces y he visto que te gustan mucho los insectos y que te gusta cuidarnos. No nos aplastas, como hacen la mayoría.
—Los insectos son animalitos muy divertidos y me encanta ver como juegan.

Desde ese día, Pachu es mi mejor amigo.

También está RAPID, el caracol más rápido a este lado del Ebro. Se unió a nuestro grupo un día de lluvia. Mamá no me dejaba salir al patio, pero al final la convencí. Fue entonces cuando lo conocimos, nos retó a hacer una carrera con él. Pachu, Rapid y yo nos pusimos en la línea de salida. Espe  dijo: “Preparados, listos….ya”, y en menos de un segundo, Rapid ya estaba en la meta final.

Y por último, pero no menos importante, esta GORDI. Es un bicho bola. Muy tímida con la gente que no conoce, pero en cuanto coge confianza, es una chica genial. Es muy presumida, le encanta ponerse lacitos en la cabeza, y su color preferido es el rojo, como el mío.


Un día, nuestra profesora Begoña, nos habló de los diferentes animales que hay en el mundo y nos dijo que un día iríamos al zoo a conocerlos. Estuvimos viendo fotos de muchos animales: leones, tigres, monos, osos, jirafas, cebras y pingüinos.
Me quedé muy extrañado porque no habló de los insectos. Le pregunté por ellos y me dijo que en el zoo no había de ese tipo de animales.
Le hablé de mis amigos los bichos y me dijo que un día tenía que traerlos a clase para que todos mis compañeros pudieran conocerlos.

Esa misma tarde, fui a hablar con mis amigos.
—Hola, chicos. Os voy a dar una sorpresa.
—Sergio, ya soy muy mayor para sorpresas—dijo Espe con su voz pausada.
—Calla, Espe. Déjale hablar—le interrumpió Boli.
—Mi profesora quiere que os lleve a clase para que os conozcan mis compañeros. ¿Queréis venir a conocerlos?
Todos saltaron de alegría porque hacía tiempo que querían ir al cole de Sergio y conocer a todos sus amigos. Pero Espe no estaba muy contenta.
—No se, no se…—dijo Espe moviendo la cabeza de un lado al otro.
—Todos quieren que les cuentes las aventuras de tus viajes— dijo Sergio poniéndose a la pequeña araña en su mano, mientras le hacía cosquillas en la cabecita.
—¿De verdad?
—Claro, ESPE. Todos me han preguntado por ti.

A la mañana siguiente, Espe, Pachu, Rapid y Gordi vinieron a despertarme a la cama. Habían madrugado mucho porque querían arreglarse para dar buena impresión.
Se subieron a mi mochila y todos juntos fuimos al colegio.

—¡Buenos días, chicos!—saludó Begoña a la clase, como todas las mañanas.
—¡Buenos días!— respondieron todos al mismo tiempo.
—Hoy vamos a tener un día muy interesante. Sergio ha traído a unos amigos muy especiales, para que todos los conozcáis— explicó a la clase—. Acércate, Sergio.

Fui hasta el centro de la clase y todos mis compañeros se pusieron alrededor.
Al abrir la mochila, el primero en salir fue Pachu, que de un salto se puso en la mesa de la profesora.
—¡Hola a todos! Soy Pachu, y soy un bicho taladro.
Todos los miraron muy sorprendidos, como cuando yo lo vi por primera vez. Héctor tenía los ojos como platos. Había oído hablar de el, pero no podía imaginar que fuera un bicho tan gracioso. Marcos se acercó por detrás para intentar tocarlo, cuando de repente, Berta y Esther se pusieron a gritar: ¡Una araña, una araña!

Cogí a Espe en mi mano y le acaricié la cabeza. A ella le encantaba.
—No os asustéis. Ella es Espe y es muy buena. Nunca os haría daño.
Berta y Esther se acercaron algo temerosas, pero en cuanto Espe les sonrió, se tranquilizaros. Beatriz quiso cogerla y con mucha suavidad, la dejé en sus manos.
—Hola, chicas—dijo Espe—. No tengáis miedo, soy una araña muy pacífica. Cuando yo era pequeña, como vosotras, también tenía miedo de lo desconocido. La primera vez que vi un humano, me asusté tanto que estuve sin salir de casa una semana entera. Tenía miedo de que me pisara, pero un día……
Y Espe comenzó a contar una de sus bonitas historias, ante la atenta mirada de los niños y niñas de la clase.

Pasaron la mañana jugando todos juntos. Pablo y Beatriz se lo pasaron genial con Gordi. Les gustaba hacerle cosquillas en los pies y ver como se convertía en una pequeña bolita. Gordi no paraba de reírse y dar vueltas sobre si misma.

Rapid había retado a Guillermo, Diego y Jorge a una carrera. Lucas dio la señal. A la de tres, Rapad salió disparado, dejando a todos los demás con la boca abierta. Hicieron varias carreras, y todas las gano Rapid. Alvaro no paraba de reirse. Nunca había visto un caracol tan, tan rápido.

Pachu y yo estuvimos jugando al escondite con Pedro, Mario y Esteban. Y ese mismo día descubrí una cosa muy interesante de los bichos taladro:
SON LOS MEJORES JUGADORES DEL ESCONDITE. ¡PUEDEN CAMUFLARSE COMO LOS CAMALEONES!
Enseguida se hizo la hora del almuerzo, y como teníamos unos invitados tan especiales, celebramos su visita con un almuerzo diferente. Begoña, la profesora, había traído galletas y bizcocho de chocolate para todos. ¡QUÉ BUENO ESTABA EL BIZCOCHO!

—Bueno, chicos. Es hora de recoger todo y de despedirse de vuestros nuevos amigos— dijo Begoña.
—¡Oh, no!—gritaron todos a la vez.

Lo habíamos pasado tan bien que llego la hora de volver a casa y ninguno queríamos irnos de clase. El día se había hecho muy, muy corto y todos querían pasar más tiempo con mis amigos, los bichos.

—No os preocupéis—dijo Pachu a toda la clase—. Sois todos geniales y seguro que pronto nos volveremos a ver.                                                                                                

REALMENTE FUE UN DÍA GENIAL.

viernes, 11 de mayo de 2012

PRÓXIMOS CUENTOS

Hola a todos,

Hace algunos días que no escribo nada en el blog, aunque he introducido algún dibujillo (estoy intentando aprender a dibujar). El motivo es que estoy escribiendo y aunque parezca anticuado, me gusta escribir como se ha hecho siempre, con papel y boli. Por eso tengo un cuaderno en el que escribo el borrador del cuento y luego lo paso al ordenador.


¿Por qué hago esto? Porque la inspiración puede venir en cualquier momento. Puede ser algo que escuches, o que veas por la calle, o simplemente, esperando en la sala de espera del médico.
Si, la sala de espera del médico es un lugar muy bueno para escribir, sobre todo porque tienes mucho tiempo. Mínimo, media hora. Parte del Baúl Mágico y de Carla y el Gran Baile de la Flor los he escrito en salas de espera. Mejor que leer una revista del corazón y mucho más productivo.
Este es mi cuaderno y va conmigo a todas partes. En él está "Carla y el gran baile de la flor"; un cuento que empecé a escribir sobre un niño que tocaba el piano, pero que está sin terminar, no me gusta mucho. También está el comienzo de "Patty, la pequeña hada del Bosque",éeste está en plena ebullición, espero terminarlo pronto. También están "La Ciudad de los Juguetes" y alguno má. Pero lo más importante es que todavía quedan muchas páginas por escribir.

El nuevo cuento que estoy escribiendo es para mi hijo Sergio y para todos aquellos niños pequeños a los que les encantan los bichos. Si, Sergio de mayor quiere ser "bichólogo", es decir, aquel que estudia, cuida y se hace amigo de los bichos. Y por bichos me refiero a: arañas, tarántulas (para él son distintas y más grandes), caracoles, bichos taladros (ya los conoceréis), escarabajos, ciempiés y demás insectos. Se va a llamar "Los Bichos de Sergio" y espero que le guste. Por ahora tengo el borrador, aunque ya he empezado a pasarlo al ordenador. Espero terminar pronto y que podáis leerlo.


 Como podéis observar, no dibujo muy bien. Pero es divertido intentar hacer bichillos.
Ya he empezado a pasar al ordenador. Pronto acabaré y podréis ver el resultado.

viernes, 20 de abril de 2012

LA CIUDAD DE LOS JUGUETES

Bueno, ahí va mi último cuento. Empecé a escribirlo hace un par de meses, pero lo había abandonado un poco. Lo he vuelto a retomar y por fin, lo he terminado.
Este cuento tiene como protagonista a mi hijo Sergio y a su muñeco, Wayne. Llevan juntos desde los dos años. Realmente, el muñeco pertenece al hijo de una buena amiga, pero en unas vacaciones que pasamos en su casa, Sergio le cogió mucho cariño y como su hijo no le hacía mucho caso, decidió regalárselo a Sergio. Desde entonces, son inseparables. 
El cuento no es un reflejo de la realidad, Sergio ha roto más de un juguete, pero no de forma tan exagerada como en el cuento. Simplemente me salió así la historia. Es un cuento para niños de entre 3 y 6 años.
Espero que os guste.



LA CIUDAD DE LOS JUGUETES



La mañana amaneció lluviosa. Algo extraño para un día de verano. Al mirar por la ventana, Sergio se enfadó. Quería ir a la piscina porque el día de antes, en su fiesta de cumpleaños, había quedado con sus amigos para bañarse y jugar.

—Pero mamá, ¿por qué tiene que llover? Hoy quería ir a la piscina. Quedarse en casa es muy aburrido.
—Está lloviendo mucho y no puedes bañarte. ¿Por qué no juegas con los juguetes que te regalaron ayer? Mira, el garaje que te regaló tu abuela todavía no lo has abierto. Puedes jugar con el y con todos tus coches.
—¡Vaya rollo!—dijo Sergio muy enfadado.
Pasaban las horas y no dejaba de llover. Sergio miraba por la ventana con la esperanza de que saliera el sol. Pero el cielo estaba cubierto de nubes negras.
Al final decidió ir a su habitación. Allí estaban sus viejos juguetes, todos rotos, ya que le encantaba pisarlos y tirarlos contra la pared.
 Miró todo que le habían regalado por su cumpleaños. Había un cuaderno de dibujos con un estuche de pinturas, un coche teledirigido y el garaje que le había regalado su abuela.
Se acercó al garaje y lo miró de arriba abajo. Cogió su nuevo coche teledirigido, un todo terreno con unas grandes ruedas y decidió jugar a golpear el garaje con el coche.
Al quinto golpe el garaje se partió en varios trozos.

—¡Bien, he ganado! Sergio, el mejor conductor de todo terreno ha conseguido una nueva victoria. El monstruo garaje ha sido derrotado. ¡Bien, bravo!—gritó mientras corría por toda la habitación y daba saltos en la cama.
De repente se abrió la puerta.
—¿Qué está pasando aquí?—preguntó su madre algo disgustada—¿Por qué gritas tanto?
—Estoy jugando al todo terreno destructor—gritó Sergio lanzando contra el suelo su nuevo coche, que acabó roto en mil pedazos.
Su madre salió de la habitación sin decir nada. Sergio se quedó callado, esperaba que ella se enfadara. Pero no fue así, simplemente se fue.
Al poco rato volvió a aparecer con una gran bolsa. Sin decir nada comenzó a guardar todos los juguetes en la bolsa, hasta que no quedó ninguno.
—¿Qué haces, mamá?
—Estoy guardando tus juguetes. A partir de ahora no vas a tener más— dijo mientras sacaba un muñeco de tela de la bolsa.
Sergio miró el muñeco detenidamente. Era Wayne. Lo tenía desde que era un bebé y siempre había dormido con él. Hacía unos meses, en una pelea con un dinosaurio, se le había descosido un brazo y estaba perdiendo el relleno de su interior.
—Este va a ser tu único juguete. El día que lo arregles y seas responsable, te devolveré los demás.
Sergio se quedó muy serio, pero al poco rato ya se había olvidado. Fue al salón a jugar con la consola, le encantaba jugar a las carreras de Fórmula 1. Pero la consola ya no estaba. Decidió poner la tele y ver su cadena de televisión favorita, pero no la pudo encontrar.
—¡Mamá, la tele no funciona! No encuentro los dibujos —gritó Sergio.
—No, Sergio, la tele no va a funcionar mientras no aprendas a ser responsable— le dijo muy seria.
Sergio no sabía qué hacer. Se fue muy disgustado a su habitación  y, al entrar, pisó algo que había en el suelo. Era Wayne. Al verlo, se agachó a cogerlo y lo lanzó contra la cama.
—¡No es justo!

Pasaron varios días y los juguetes seguían desaparecidos. Sergio los buscó por toda la casa, pero no estaban. Quizá su madre iba a cumplir el castigo. Decidió ir a su habitación a buscar a Wayne.
Lo encontró debajo de la cama. Tenía el brazo cada vez más descosido. Fue al escritorio y cogió la barra de pegamento.
—No te preocupes, Wayne. Te voy a arreglar enseguida—dijo Sergio muy convencido.
Pero al poco rato, el brazo se volvió a romper. Lo intentó con el celo, pero tampoco funcionó. Fue corriendo a la habitación de su madre a coger aguja e hilo para poder coser lo, pero como no sabía, terminó clavándose la aguja en el dedo.
—¿Te has hecho daño?—se oyó de repente en la habitación—.¿Te duele mucho?
—¿Quién ha dicho eso?—preguntó Sergio mirando por toda la habitación muy sorprendido.
—Soy yo, Wayne.
Sergio miró a su muñeco. Wayne estaba sentado, mirándole y sonriendo.

—¡Puedes hablar! No es posible, pero si eres un muñeco.
—Siempre he podido hablar, lo que pasa es que tú nunca me habías escuchado.
Sergio no podía apartar la vista de Wayne. Éste se puso de pie en la cama y miró muy seriamente a Sergio.
—Necesito que me lleves a La Ciudad de los Juguetes. Es el único sitio donde me pueden arreglar.
—¿La Ciudad de los Juguetes? ¿Qué lugar es ese? Nunca había oído hablar de él.
—Es el lugar donde nací. Allí viví durante varios años, hasta que llegó el momento de venir a vivir contigo. Recuerdo sus calles, su gente, su alegría….Había un hombrecillo de pelo blanco…el me construyó, era mi padre.
—¿Y no recuerdas dónde está?
—No, no lo recuerdo.
—No te preocupes, yo te ayudaré a encontrarla—dijo abrazando a su amigo Wayne.

Sergio decidió buscar la ciudad por Internet y para eso, necesitaba la ayuda de su padre.
Esa misma noche, habló con él y entre los dos buscaron en la red. Después de un buen rato mirando por diferentes páginas, no consiguieron encontrar nada.
Preguntó a sus amigos del colegio, e incluso a la profesora, pero nadie había oído hablar de esa ciudad.
El sábado por la tarde, fue con sus padres al centro comercial. Allí decidió preguntar en las tiendas de juguetes.  Pero tampoco sabían dónde estaba la Ciudad de los Juguetes.
—No, no conocemos ese sitio, búscalo en Internet—le decían unos.
—¿Por qué no compras un nuevo muñeco y ese lo tiras a la basura?— le dijeron otros.
Pero Sergio había dado su palabra y no dejaría de buscar la Ciudad de los Juguetes. Wayne era su mejor amigo y nunca lo abandonaría.

Pasaban los días y Sergio seguía sin encontrar respuestas. Se había acostumbrado a hacer todo con Wayne. En cuanto llegaba del colegio, iba corriendo a su habitación y allí estaba éste, esperándolo. Jugaban al escondite, leían cuentos juntos, daban saltos de canguro…Se habían vuelto inseparables, los mejores amigos.

Un día, al acostarse, la madre de Sergio vio que éste estaba muy triste.
—¿Qué te pasa Sergio?—dijo algo preocupada—¿Por qué estás tan triste?
—Me da mucha pena que Wayne esté roto. No he podido arreglarlo y no consigo encontrar la Ciudad de los Juguetes. Allí nació y es el único sitio donde lo pueden arreglar.
—No te preocupes, cariño—dijo su madre mientras le consolaba—.Voy a ayudarte. Seguro que entre los dos  la conseguimos encontrar.

A la mañana siguiente, Sergio  y su madre salieron juntos a pasear. Fueron caminando por las grandes calles de la ciudad, plagadas de personas que caminaban de un lado a otro, mirando los escaparates.
—¿A dónde vamos, mamá?
—Es una sorpresa. Ten paciencia, llegaremos enseguida.
Siguieron caminando hasta llegar a una pequeña tiendecita situada en la parte antigua de la ciudad. En el letrero ponía: “Taller de Juguetes”.
Cuando Sergio entró en la tienda se quedó muy sorprendido. Era un lugar muy viejo, con un suelo de madera que crujía al andar y con las paredes llenas de estanterías abarrotadas de juguetes, algunos de ellos rotos.
—Hola, buenos días—dijo un anciano que se encontraba sentado pintando un pequeño tren de madera—.¿En qué puedo ayudarles?
—Buenos días, señor. Mi amigo está roto y no puedo arreglarlo. Necesita ir a la Ciudad de los Juguetes, el único sitio dónde pueden curarle.
—¿Y dónde está tu amigo?
Sergio sacó a Wayne de su mochila y se lo enseñó al anciano. Este lo miró detenidamente y sonrió.
—Hola, Wayne. Encantado de volver a verte—dijo el anciano ante la sorpresa de Sergio.
—¿Conoce a mi muñeco?
—Sí, Sergio. Wayne nació aquí. Yo lo creé y durante unos años estuvo viviendo conmigo, en la Ciudad de los Juguetes, hasta que estuvo listo para realizar su gran viaje.
—¿Esto es La Ciudad de los Juguetes?—preguntó Sergio mirando a su alrededor algo decepcionado. Había imaginado la ciudad de una forma muy diferente.
—Entonces, ¿puede curarle?
—Por supuesto, solo necesito que se quede aquí durante unos días para que descanse.
Sergio miró a Wayne a los ojos y le dio un abrazo.
—¡Wayne, por fin la hemos encontrado!. Te van a curar y dentro de unos días volveremos a estar juntos.
—Gracias, Sergio—dijo Wayne sonriendo.

Al día siguiente, al despertarse, vio que todos sus juguetes habían vuelto a la habitación.
—Has aprendido a cuidar tus juguetes y a ser responsable. Te mereces poder volver a jugar con ellos—dijo la madre de Sergio.
Sergio estaba muy contento. Pasó todo el día jugando con sus juguetes. Pero echaba de menos a Wayne.

Varios días después, la madre de Sergió le dio una sorpresa.
—Ha llamado el señor del taller de juguetes. Wayne ya está listo. Podemos ir a recogerlo.
—¡Bien!—gritó Sergio saltando de alegría.
Esa misma tarde, Sergio y su madre fueron a recoger a Wayne.
—Hola, Sergio. Wayne te está esperando—dijo el anciano.
—¿Dónde está?—preguntó buscando por toda la tienda.
—Está detrás, en la ciudad. Acompáñame, te la enseñaré.
Sergio miró a su madre, esperando que le diera permiso.
—Puedes ir, cariño—dijo sonriendo.

Pasó a la trastienda y al entrar, se quedó boquiabierto. Se encontraba en una gran ciudad coronada por un gran arco iris. Ante él había un montón de edificios, algunos construidos con piezas de plástico desmontables, otros fabricados con cubos de madera. Había casitas de gominolas y mansiones hechas con galletas. Coches de juguete se movían por todas las calles y había muñecos de todo tipo andando de un lado a otro.
—Esta es la Ciudad de los Juguetes—dijo el anciano mirando a Sergio—. Aquí es dónde nacen todos los juguetes, viven un tiempo y luego se van a explorar el mundo. Con los años vuelven con nosotros a disfrutar de este hermoso lugar.
—¿Y Wayne?—preguntó Sergio con cara de preocupación—¿Va a quedarse aquí para siempre?
—No, todavía no. Wayne debe finalizar su viaje antes de volver con nosotros. Estará contigo muchos años.

 De repente se oyó el sonido de una sirena y apareció un camión de bomberos con una gran escalera blanca. Paró delante de una enorme casita de muñecas. Un gato de peluche estaba subido en el tejado y no podía bajar. Varios bomberos salieron del camión y en un abrir y cerrar de ojos, habían bajado al gato por la gran escalera.
—¡Este sitio es increíble!—dijo Sergio muy sorprendido.

Fueron caminando por una larga avenida hasta llegar a un bonito parque. Todo tipo de juguetes pasaban allí el día jugando y disfrutando del sonriente sol que había en lo alto del cielo.
—Hola, Sergio—dijo Wayne cogiéndole de la mano—. Bienvenido a mi hogar, la Ciudad de los Juguetes. Ven, voy  a enseñarte todo esto.

Wayne le enseñó el parque, comenzando por una pradera llena de columpios. Eran unos columpios de lo más divertido. Cuando te montabas en ellos, estos te hacían cosquillas y no podías parar de reír.
Le presentó a sus nuevos amigos, y todos juntos estuvieron jugando al pilla, pilla, aunque siempre ganaba el mismo, un ciempiés de peluche que corría a toda velocidad.
 A media tarde decidieron dar un paseo en barco por el gran lago. Pero cuando Sergio vio el barco, prefirió no subir.
—¿De qué tienes miedo, grumete?—le preguntó el capitán del barco.
— Es un barco de papel.
—No te preocupes, este barco no puede hundirse, está hecho de un papel muy resistente—dijo el capitán riéndose—.¡Todos a bordo! ¡Vamos a zarpar!
El capitán tenía razón, el barco no se hundió y el paseo fue de lo más entretenido. En cuanto Sergio no prestaba atención, algún pececillo del lago saltaba hacia él y le lanzaba un chorro de agua de la boca.
—¡Ja, ja, ja!—dijo Wayne entre risas—. Había olvidado decirte que los peces que viven en el lago son peces de la risa y les encanta hacer bromas a todo el mundo.

La tarde fue muy divertida y para terminarla, hicieron un gran picnic con todos los amigos de Wayne. Aunque Sergio no pudo comer nada, porque al ir a darle un mordisco a un croissant, este se volvió y salió corriendo dando gritos. Fue un día que nunca podría olvidar.

—Es hora de marcharse—dijo el anciano acercándose —tu madre os está esperando.
Sergio y Wayne se despidieron de todos y volvieron a la pequeña tienda, dónde la madre de Sergio les esperaba con una gran sonrisa.
—¡Ha sido genial, mamá!—dijo Sergio muy emocionado—. Tenías que haberlo visto. Hemos pasado una tarde fantástica. He conocido a todos los amigos de Wayne y hemos jugado al pilla, pilla. Hemos hecho un picnic y hemos navegado en un barco de papel.
—Me alegro mucho, Sergio—respondió su madre—. Ahora volvamos a casa, ya es tarde y seguramente Wayne y tú tenéis muchas cosas que contaros.

Y así fue. Esa noche, Sergio y Wayne pasaron horas y horas hablando hasta que el sueño pudo con ellos y se quedaron completamente dormidos. 
Desde ese día, Sergio y Wayne fueron inseparables y disfrutaron juntos de muchas, muchas aventuras.




martes, 17 de abril de 2012

LOS CUATRO AÑOS DE SERGIO

Os voy a presentar a mi hijo. Tiene cuatro años y lo que más le gusta es dibujar y descubrir nuevos bichos.Como a todas las madres, me encanta verle pintar, descubrir cómo, poco a poco, mi pequeño va mejorando su forma de dibujar. No se cuál va a ser su futuro, si será médico, bombero, policía, pintor, escritor, científico o presidente del país. La verdad es que me da igual, simplemente quiero que sea feliz.
Lo que si está bastante claro es que tiene una gran creatividad, y esto no lo digo yo, lo dice su profesora. Espero que no la pierda en su camino hacia la edad adulta.

Cuando tenía dos añitos,  lapicero, plastidecor, cera o rotulador que utilizaba, no le duraba entero ni dos minutos. Los plastidecor los partía, a los lapiceros les partía la mina, las ceras, también partidas y los rotuladores todos con la punta para dentro. Cuando dibujaba y pintaba parecía que estaba asesinando el papel, casi lo taladraba.
Sin embargo, ahora, el cambio ha sido espectacular.
Os invito a ver dos de sus dibujos de estos últimos meses.



Cuando me lo enseñó, pensé como creo que pensaríamos todos, que había hecho una nave espacial muy bonita, con mucho colorido, con sus ventanas y su escalera para subir a ella.
Pero no, no es una nave espacial. Es una Casa de Huevos Kinder. Lo pintó en casa de su abuela Gloria, que siempre que va a verla, le regala un huevo kinder, así que de ahí le vino la inspiración.





Bueno, este me encanta. Es uno de mis preferidos y eso que si lo viera un psicólogo, notaría algo muy interesante. Os voy a explicar el dibujo. Este es el dibujo de nuestra familia. Empezando por la derecha, está mi marido y padre de Sergio (no es que llevemos todos boina, es su forma de pintar el pelo). Mi marido lleva de la mano el carro de nuestra hija, Esther, que si os fijáis bien, está dentro del carro. Pero lo que mas me gusta es la plataforma que le ha dibujado al carro, que es donde va siempre subido Sergio. Justo a la izquierda, con una gran sonrisa, está Sergio. En la parte de abajo se ve una tortuga y en la parte de arriba dos animales, creo que eran dos dinosaurios, siempre dibuja algún bicho, le encantan. Pero lo más importante: hay una pequeña figura, justo a la derecha de Sergio, y como podéis ver es muy pequeñita. Esa soy yo. Unos meses antes yo estaba en el centro del dibujo y era la más grande. Sin embargo aquí soy diminuta. Cuando le pregunté por qué me había hecho tan pequeña, simplemente me dijo que estaba lejos. Hacía unos dos meses que había vuelto a trabajar y por tema de horarios, casi no veía a mis hijos. Esta fue la forma de expresarme que casi no me veía. Me quedé impresionada.

Pronto colgaré dos cuentos en los que Sergio es el protagonista: "La Ciudad de los Juguetes" y "Los Bichos de Sergio". En éste último os presentaré a un bicho amigo de mi hijo, es un bicho muy especial, creado por él. Cuando le preguntas, siempre dice que lo conoció en el patio de casa. Yo nunca he visto uno de verdad, pero muchas veces me lo ha dibujado, y lo curioso es, que siempre lo dibuja igual.

Espero que os haya gustado conocer a mi peque. Yo estoy muy orgullosa de él, pero claro, es mi hijo y para mi siempre será el mejor.

jueves, 29 de marzo de 2012

ESTO NO ES UN CUENTO, ES UNA AYUDA A PERSONAS QUE COMO YO, ESTAN EMPRENDIENDO NUEVOS NEGOCIOS

Conocía a Marta en unas charlas de emprendedores. Me encantó lo que hacía, su marca es TRINIBAMBAM y se dedica a hacer ropa para bebés muy divertida. Os recomiendo su página web. Estas navidades, decidió que era el momento de poder ayudar a otros emprendedores, TAN ESPECIAL COMO QUIERAS. Ellos tienen una página web que vende ropa, juguetes y productos de uso diario para niños con necesidades especiales. Como no, os recomiendo que entréis en su pagina web. Todas estas personas han decidido dejar todo y dedicarse a un proyecto que les ilusiona y que les hace felices. Son pequeñas empresas que comienzan ahora y que más adelante pueden crear nuevos empleos de trabajo, tanto directos como indirectos. Creo que todos nosotros debemos apoyarlos y ayudarlos. Entre todos podemos salir adelante y poder dejar a nuestros hijos un país lleno de oportunidades. Voy a incluir en este mini artículo varias páginas web de emprendedores, para que podáis ver de lo que somos capaces los españoles cuando nos lo proponemos. Y os invito a que me enviéis páginas de emprendedores de toda España que conozcáis.

http://www.trinibambam.com
http://www.tanespecialcomoquieras.com
http://www.teoyleo.com/
http://alfilerdegancho.com

Gracias a todos por escucharme y por colaborar

lunes, 19 de marzo de 2012

EL BAÚL MÁGICO

Este cuento es toda una aventura. Está escrito para niñas de ocho a doce años. Y espero que si alguna lo lee, lo disfrute de verdad.


EL BAÚL MÁGICO


Ya solo quedaba una hora para acabar las clases y comenzar el verano, pero a Sammy se le estaba haciendo eterna. Parecía que las agujas del reloj se habían parado. De repente sonó el timbre. Por fin, tres meses de vacaciones.
Ese verano lo iba a pasar en casa de su abuela María. Tenía muchas ganas de ir, era su abuela preferida y además hacía las mejores tartas del mundo. Iban a ser unas buenas vacaciones, aunque en esos momentos no podía ni imaginar que iba a ser un verano muy, muy especial.
A la mañana siguiente, su madre la llevó hasta el pueblo donde vivía la abuela. Siempre le había gustado la casa de la abuela. Era enorme, llena de habitaciones y armarios gigantes en los que esconderse, y además, arriba del todo, había un gran desván.
Al llegar, vio a su abuela sentada en el porche. Sammy salió corriendo del coche y la abrazó.
-¡Abuela, abuela, qué ganas tenía de verte! – dijo Sammy muy feliz.
- Cómo has crecido, Samantha, eres toda una mujercita – dijo la abuela mientras la miraba de arriba abajo –, ¡dame otro abrazo, que me ha sabido a poco!
Sammy volvió a abrazarla, pero enseguida se separó de ella.
 -¿Y ese olor tan rico? – preguntó.
- Es tarta de chocolate - le susurró la abuela en el oído –, la acabo de terminar. Ve a por un trozo.
Sammy fue corriendo a la cocina. Allí estaba la tarta, toda de chocolate, su preferida. Se puso un trozo enorme y no paró de comer hasta que el plato quedó completamente limpio.
Como su abuela seguía fuera hablando con su madre, decidió explorar toda la casa. Recorrió la planta de abajo y luego subió arriba, a las habitaciones. Todo estaba como lo recordaba. Sólo quedaba el desván. Nunca se había atrevido a subir sola, pero esta vez, no tenía miedo ya tenía doce años.
Estaba lleno de trastos viejos y había polvo por todas partes, salvo en un baúl que había al fondo. Era un baúl precioso, de color blanco y adornado con mariposas de muchos colores que parecía que iban a volar. En la parte superior había una inscripción.
- LAURA- leyó Sammy –, es el nombre de mamá.
Le pareció bastante extraño, ya que no recordaba haber visto nunca ese baúl. Intentó abrirlo, pero tenía un candado, y la llave no estaba por ningún lado.
-¡Samantha, a cenar, ya es muy tarde! – gritó la abuela desde la cocina.
- Ya voy, abuela – le respondió.
Ya en la cena, Sammy le contó a su abuela el descubrimiento que había hecho.
- Abuela, me he encontrado en el desván un baúl con el nombre de mi madre, pero estaba cerrado.
- Es el baúl de los disfraces. A ella le encantaba disfrazarse cuando tenía tu edad. Pasaba horas y horas jugando con ellos.
-¿Y sabes dónde está la llave?
La abuela se levantó para recoger los platos. – Supongo que estará en la habitación de tu madre, pero no sé dónde – contestó-. Mañana puedes buscarla, ahora es muy tarde y hay que irse a la cama.
A la mañana siguiente, Sammy decidió buscar la llave. Fue a la habitación de su madre y buscó por todas partes, sin encontrarla. Cuando ya estaba a punto de rendirse, oyó crujir un tablón debajo de sus pies. El tablón estaba suelto, lo levantó y encontró una pequeña caja. Allí estaba la llave, junto a varias fotos. Eran fotos de su madre cuando era pequeña. En una de ellas estaba disfrazada de astronauta y parecía que estaba en la luna,  en otra estaba montando un caballo, vestida de amazona. Qué extraño, nunca había visto esas fotos antes. Dejó las fotos en la cajita y se guardó la llave.
Subió corriendo al desván e introdujo la llave en el candado. Con un leve chasquido, el candado se abrió y Sammy levantó la tapa.
El baúl estaba lleno de disfraces. Había de princesa, de pirata, de bruja, y también de astronauta, como el de la foto. Todos eran preciosos, parecían de verdad, no como esos que le compraba su madre para el carnaval.
No sabía cuál ponerse primero, así  que cerró los ojos y cogió uno al azar. El de pirata. Se lo puso y fue a mirarse a un espejo que había junto al baúl. Le quedaba perfecto, parecía un pirata de verdad, y tenía hasta una espada.
- Samantha ¿dónde estás? – su abuela le llamaba desde abajo.
- ¡Ya voy, abuela! – gritó.
Sammy, que no podía dejar de mirarse en el espejo,  se echó para atrás y sin darse cuenta, tropezó con el baúl, cayendo dentro de él. Mientras caía y caía, todo se volvió negro. De repente, todo paró y empezó a oír como unos silbidos a su alrededor. Abrió los ojos y vio un proyectil que iba directo hacia ella. Se tiró al suelo instintivamente. Estaba en un barco con bandera pirata y otro barco les estaba atacando.
Estaba confusa, no sabía qué pasaba, ni sabía qué hacer, y sobre todo, no sabía cómo había llegado hasta allí. Corrió a refugiarse, pero el capitán se cruzó en su camino.
-¡Marinero! Ve a por más pólvora, ya casi no nos queda.
Sammy fue a buscar la pólvora, pero no sabía dónde estaba. Preguntó a otro marinero que, con cara de pocos amigos, le dijo que estaba en la bodega.
Sammy bajó corriendo, cogió uno de los barriles de pólvora y con mucho esfuerzo consiguió subirlo por la escalera.
Ya en cubierta, la tripulación estaba saltando y gritando de alegría. Habían ganado, el otro barco se estaba hundiendo.
Todos callaron de golpe, el capitán iba a hablar. – Nuestro mayor enemigo ha sido derrotado, el Capitán Corso y sus piratas ya no se interpondrán en nuestro camino. Pronto encontraremos la Isla del Loro Rojo y el tesoro escondido.
 -¡Viva el capitán! – gritaron. Estaban tan felices que contagiaron la alegría a Sammy, que también se puso a gritar.
- Mi capitán, tenemos un problema – le dijo el contramaestre.
-¿Qué pasa?- preguntó.
- El traductor ha desaparecido, ha debido caer por la borda.
-¿Y cómo desciframos el mapa?- el capitán se quedó mirando a la tripulación y preguntó, con cara de no esperar respuesta -: ¿alguno sabe hablar francés?
Sammy, tímidamente,  levantó la mano. Su madre se había empeñado en que tomara clases de francés. Ahora le iban a ser útiles.
-¿Cómo te llamas?- le preguntó el capitán.
- Me llamo Sammy – respondió casi sin voz.
- Acompáñame a mi camarote, tenemos que hablar.
Siguió al capitán hasta su camarote, una habitación bastante grande y lujosa para ser un barco. Éste abrió un pequeño cofre que había en la mesa en el centro de la habitación y sacó un pergamino. Lo desenrolló y se lo enseñó.
- Este es el mapa del tesoro del Capitán Caracortada. Como podrás ver, todo está escrito en francés. Necesito que lo traduzcas.
Sammy empezó a mirar el mapa. En él aparecía un grupo de islas y una de ellas estaba marcada con una calavera, era la isla del Loro Rojo. Justo al lado, había varias frases en francés. Sammy habría deseado tener en sus manos el odiado diccionario de francés, porque no estaba segura del significado de algunas palabras.
- El tesoro hallaréis, si en la isla no perecéis – leyó –, escondido está y encontrarlo, fácil no será.
- ¿Qué más pone? – preguntó el capitán.
- La clave del lugar en el mapa la hallarás – respondió Sammy, sin entender bien el significado de esta última frase.
El Capitán le pidió que siguiera traduciendo. Echó otro vistazo al mapa y vio que había un montón de frases escritas por todo el pergamino, sin ningún orden.
Los dos siguientes días los dedicó a traducir las frases. Había muchas, y todas sin sentido. La noche del segundo día, Sammy estaba agotada, llevaba horas sin comer ni dormir, obsesionada con lo que ya había traducido. No encontraba sentido a ninguna. De pronto, entró el capitán en el camarote.
- Mañana por la mañana llegaremos a la isla – le dijo.
- ¡Tan pronto! – respondió Sammy muy sorprendida. Se le había pasado el tiempo volando.
- Llevas todo el día aquí encerrada. Sal a cubierta, come algo y descansa – le dijo el capitán. Sammy le hizo caso, necesitaba respirar aire fresco.
Ya había oscurecido, el mar estaba en calma y el cielo estaba despejado. Se sentó en la cubierta a contemplar las estrellas, la vista era espectacular. En seguida se  quedó dormida y empezó a soñar con su casa. Estaba con su madre y jugaban a las adivinanzas. Su madre era la mejor, siempre ganaba.
Se despertó sobresaltada.
 - ¡Esos es, adivinanzas!- gritó Sammy.
Bajó corriendo al camarote a revisar de nuevo el mapa. Allí estaban, ¿cómo no las había visto antes?. Fue a decírselo al capitán y entre los dos intentaron descifrar las frases.
“Nace en lo alto de la montaña, muere en el mar, y a lo largo de su vida, grandes saltos  debe dar”.
“En sus ramas nacen y allí vivirán, si te divisan ellos antes, un coco te tirarán”.
-¡Tierra a la vista!- se oyó a lo lejos.
Ya había amanecido y estaban llegando. Era una isla preciosa, se veía mucha vegetación y grandes acantilados. Se acercaron a una zona en la que se podía divisar una playa. En varios botes llegaron hasta ella.
- “Cocos verás cuando arena tus pies pisarán”- leyó Sammy mientras miraba, buscando  los cocos –. Capitán, en esta playa no hay cocos – dijo.
- Y eso qué importa – le respondió.
- Esta no es la playa, en la adivinanza habla de una playa con cocos, y aquí no hay.
- ¡Contramaestre! – gritó el capitán –, vaya con varios hombres e inspeccione la isla, buscamos un río. Nosotros volveremos al barco y daremos la vuelta a la isla.
Sammy y el capitán volvieron al barco y comenzaron la inspección. Todo eran acantilados, ni una playa. Regresaron de nuevo. Sammy estaba desconcertada, no había más playas y esta no tenía cocoteros. Decidió sentarse y echar otro vistazo al mapa. Hundió los pies en la arena y buscó alguna señal que no hubiera visto antes, pero nada. No podía ser, algo se le escapaba. Fue entonces cuando, a punto de rendirse, levantó la vista hacia el mar y los vio. Allí estaban los cocos. ¡Qué listo era el capitán Caracortada! No era esa isla, era la de enfrente.
Corrió a decírselo al capitán, que inmediatamente dio la orden de ir a la otra isla.
Se adentraron en la jungla, siguiendo las indicaciones del mapa. Tenían que buscar un río y un palmeral. Estuvieron caminando durante varias horas hasta que empezaron a oír muchos gritos.
-¿Qué son esos gritos? – preguntó uno de los marineros.
- Creo que son monos – dijo Sammy -. Debe de ser el palmeral. Tened mucho cuidado, según dice el mapa, estos monos disfrutan tirando cocos a los que pasan por aquí.
Cruzaron el palmeral lo más rápido que pudieron, esquivando los cocos que les lanzaban. Enseguida llegaron al río. Siguieron caminando junto a la orilla hasta que encontraron una gran cascada.
-¿Y ahora qué? – preguntó el capitán.
- Según el mapa hay que encontrar una cueva – dijo Sammy –: “Oscura y fría, húmeda y escondida, al entrar, la lluvia dejarás”, ¿pero dónde?
- Podría estar detrás de la cascada – dijo el contramaestre.
- Eso es, detrás de la cascada – dijo Sammy muy contenta.
Se encaminaron hacia la cascada y ahí estaba la cueva, muy bien escondida.
-¡Cuidado, muchachos! – dijo el capitán – Caracortada era famoso por sus trampas. Seguro que encontramos alguna por el camino.
Y tenía razón; cuando no llevaban ni cinco minutos caminando, el contramaestre vio una cuerda muy fina, casi invisible, que cruzaba de lado a lado de la cueva. Al tocarla, se dispararon tres flechas. Por suerte, no hirieron a nadie. Siguieron andando y empezaron a oír un ruido, como una corriente de aire.
-¡Capitán, suena por ahí delante!- dijo el contramaestre, adelantándose al grupo.
De repente, el suelo se hundió bajo sus pies. Dos marineros corrieron a ayudarle, cogiéndole por los brazos antes de que cayera al abismo.
Siguieron andando hasta que llegaron a una bifurcación del camino. Había tres caminos y no sabían cuál seguir.
- Es imposible saber cuál es el correcto, no hay ninguna señal- dijo el capitán –. Tendremos que dividirnos.
Justo en ese momento, una corriente de aire apagó las antorchas.
 - Rápido, encended las antorchas – gritó el contramaestre.
- Un momento – dijo Sammy mirando hacia abajo –. Capitán, el suelo. Hay marcas fosforescentes indicando el camino a seguir.
Así era imposible que nadie viera las señales, pensó Sammy. El capitán Caracortada había escondido muy bien el tesoro. Pero a ellos les acompañaba la suerte.
Siguieron por el túnel hasta que llegaron a una enorme cueva, y en el fondo de ella, se encontraba el tesoro. Todos corrieron gritando de alegría. Era enorme, había monedas de oro, joyas, enormes cofres llenos de diamantes y rubíes…
Sammy estaba impresionada, cogió una de las monedas. Era un doblón de oro. Le resultaba familiar, ¿dónde había visto uno antes?
- Samantha, Samantha… – Sammy creyó oír su nombre como en un susurro, pero sólo su abuela la llamaba así.
- ¡Samantha, a comer! – esta vez lo oyó más fuerte.
De pronto, todo empezó a dar vueltas y vueltas, y lo siguiente que vio, fue el baúl. Había vuelto a casa. Salió del baúl y lo cerró, pero algo le llamó la atención, el nombre que había en el baúl ya no era el de su madre, ahora ponía SAMANTHA.
Bajó corriendo las escaleras, llamando a su abuela. Ésta la esperaba en la cocina, sentada junto a la mesa.
- Abuela – dijo casi sin aliento –, no puedes ni imaginar lo que me ha pasado.
- Tranquila, marinera – con la emoción, Sammy no se había quitado el disfraz -, ¿conseguiste encontrar el tesoro?
Sammy estaba perpleja. Miraba a su abuela sin saber qué decir. ¿Sabía lo que le había pasado?
-¿Cómo sabes lo del tesoro?
- El tesoro del capitán Caracortada, la Isla del Loro Rojo… Esa fue mi tercera aventura.
- Pero…¿cuándo?¿cómo?
- Siéntate, Samantha, tenemos que hablar. Desde hace más de cien años,  las mujeres de nuestra familia han sido las guardianas del Baúl Mágico. Generación tras generación, hemos guardado y disfrutado de la magia de este baúl.
-¿Y los disfraces? – preguntó Sammy, muy asombrada.
- Cada una de nosotras ha creado su propio disfraz, y ahora te toca a ti. Pero es muy importante que lo hagas lo antes posible, ya que en cuanto cumplas los dieciséis,  no podrás volver a utilizar el baúl, y este desaparecerá hasta que tu futura hija tenga doce años.
- Pero, ¿todo esto es cierto? – Sammy negaba con la cabeza, no podía ser real, tenía que estar soñando.
- Sammy, abre la mano – dijo la abuela.
Abrió la mano y ahí estaba, el doblón de oro. Todo era cierto. No lo había soñado, había ocurrido de verdad.
- A partir de ahora, cada vez que elijas un disfraz, podrás disfrutar de una aventura fantástica – dijo la abuela –, pero recuerda, tienes que crear tu propio disfraz. ¿Cuál será tu elección?

PRÓXIMA ENTRADA.....EL BAÚL MÁGICO

Voy a estrenar una de mis historias preferidas. La verdad es que es una de las que a mi más me gustan y la verdad es que espero que sea el primer capítulo de una gran historia. Por lo menos eso voy a intentar. A lo largo del día de mañana lo colgaré, ahora debo irme a dormir, es muy tarde.

Hasta mañana,
Susana

jueves, 15 de marzo de 2012

EL CUMPLEAÑOS DE OLGA

Este cuento se lo escribí a mi sobrina Olga. Fue un pequeño regalo para su cumpleaños. La idea era que tuviera un recuerdo de ese día tan especial. Creo que le gustó mucho y a mi hermana, su madre, también.  Es un cuento creado para una niña de 3 años, es muy sencillo, pero cambiando los nombres, se lo podéis leer a vuestros hijos pequeños.



Olga abrió los ojos y miró por la ventana. Ya había salido el sol. Se levantó rápidamente de la cama y fue a buscar a su hermana.
- ¡Despierta Carla, es de día!
-  Quiero dormir un poco más - dijo Carla dándose la vuelta en la cama.
- ¡Pero hoy es mi cumpleaños! - gritó Olga.
Carla se incorporó sorprendida.
- Es verdad, ¡felicidades Olga! Vamos a despertar a los papás - dijo mientras abrazaba a su hermana.
Fueron corriendo hasta la habitación de sus padres y se subieron a la cama de un salto.
- ¡Arriba, arriba! Hoy es el cumpleaños de Olga, cumple tres añitos.
- Felicidades Olga - dijo su mamá dándole un beso y un fuerte abrazo.
Su padre se levantó y sacó del armario una caja enorme envuelta en un papel de muchos colores.
- Esperamos que te guste – le dijo.
Olga estaba emocionada, cogió el regalo y comenzó a quitar el papel. ¡Era la muñeca que quería!

Pasó toda la mañana jugando con la muñeca. La peinó, le cambió varias veces de ropa. No se separó ni un momento de ella.
- Vamos Olga, es la hora de comer. Te he preparado tu comida favorita – le dijo su mamá.
Olga se sentó a la mesa junto a Carla y sus padres. 
- ¡Muy bien Olga, te lo has comido todo! - dijo su papá muy contento -. Ahora debes echarte una siesta, te espera una tarde muy animada.
Olga se fue a la cama con su nueva muñeca y enseguida se durmió.

Pasadas unas horas, la madre de Olga entró en la habitación.
- Olga, despierta - le dijo susurrando - te están esperando en el salón.
Olga, todavía un poco dormida, fue hasta el salón. De pronto, vio un montón de globos de colores y muchas guirnaldas colgadas del techo. Y allí estaban todos, papá y mamá, Carla, sus abuelos,  sus tíos y todos sus primos.

- ¡FELICIDADES! - gritaron todos a la vez.

Olga se acercó a la mesa, que estaba llena de patatas, ganchitos, sándwiches y una enorme tarta de chocolate con tres velitas.
- Venga Olga, piensa un deseo y sopla las velas - le dijo mamá.
Olga sopló con todas sus fuerzas y las velas se apagaron. Todos empezaron a cantar:
¡Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz
Te deseamos todos…
Cumpleaños feliz!
 Aplaudieron y rieron sin parar.

Fue una tarde genial. Olga recibió un montón de regalos: un cuento, una mochila, varios cuadernos de pintar y muchas más cosas. Pasó la tarde jugando con sus primos, su hermana y sus nuevos juguetes.
Cuando ya todos se marcharon, llegó la hora de irse a dormir.
Carla se fue a su cama y Olga, que no paraba de sonreír, se tumbó en la suya.
- ¿Te lo has pasado bien, Olga? - le preguntó mamá.
- Ha sido genial - dijo a la vez que bostezaba.
- Desde hoy ya tienes tres añitos, oficialmente eres una niña mayor. Dulces sueños, Olga. Que seas siempre tan feliz como hoy.

FIN

miércoles, 14 de marzo de 2012

MARIQUITA Y EL ARRECIFE DE CORAL

Este fue el primer cuento que escribí. En realidad fue un ejercicio del curso de escritura. Tenia que elegir dos palabras al azar y crear una historia que las relacionara. Mi idea fue preguntar a mi hijo de tres años y se le ocurrió la palabra MARIQUITA. La siguiente palabra la busqué en el libro que me estaba leyendo en ese momento. Abrí por una página y elegí una palabra con el dedo. El resultado fue: ARRECIFE. Este fue el cuento que resultó de la unión de estas dos palabras. Es un cuento infantil para niños menores de 5 AÑOS.

MARIQUITA Y EL ARRECIFE DE CORAL



Mariquita y sus amigas Abeja y Hormiga iban de excursión con su clase a visitar una granja y, aunque todavía no lo sabían, éste iba a ser un día muy especial.
Cuando llegaron a la granja, su profesora, la Sra. Ciempiés,  presentó al Señor Perro, que iba a ser el guía de la excursión. El Señor Perro les fue presentando a los distintos animales que vivían allí, los caballos, las gallinas, los cerdos, las ovejas... Toda la clase estaba muy atenta a las explicaciones de su guía, ya que lo que les contaba era muy interesante.
Pero Mariquita, que ya empezaba a aburrirse de tanta explicación, decidió separarse del grupo en un descuido de la Sra. Ciempiés. Cerca del granero vio una casa que el Sr. Perro no les había enseñado, así que se acercó a explorar. Entró por una ventana abierta y se encontró con una  gran habitación, llena de muebles y sillones. Y allí, encima de una mesa, había una pecera con dos peces naranjas. Se acercó a ellos para presentarse.

- Hola, me llamo Mariquita - dijo.
- Hola - dijo uno de ellos -, yo me llamo Marco y mi compañera, Susi. ¿Qué haces aquí?
- Hemos venido con la escuela a visitar la granja - dijo Mariquita.
- ¡Qué bien! - exclamó Marco -, ¿y de dónde venís?
- Venimos de la pradera, pasado el bosque. Es un lugar muy bonito, lleno de flores y de hierba.
- ¡Tan bonito como nuestro hogar! - dijo Susi con un suspiro.
- Bueno, es diferente, aquí  hay otras cosas, muchos animales… - dijo Mariquita.
- No, éste no es nuestro hogar - le interrumpió Susi-,  nosotros vivíamos en el mar, en el Arrecife de Coral, un bosque marino con corales de todos los colores, lleno de peces, caballitos de mar, cangrejos y muchos otros animales. Pero un día los humanos nos trajeron aquí.
Los peces le contaron cómo los humanos los habían cogido del mar y los habían llevado hasta esa pequeña pecera. Estaban muy tristes.
- Pero ¿por qué no intentáis volver a vuestro hogar? - preguntó Mariquita.
- Nosotros solos no podemos - respondió Marco -,  necesitamos a alguien que nos ayude.
- No os preocupéis, volveré con mis amigos y os ayudaremos a regresar - dijo Mariquita con gran satisfacción.
Ya de vuelta, Mariquita le contó a sus amigas su aventura y  la promesa que había hecho a los peces. Entre todas debían ayudar a sus nuevos amigos a regresar al Arrecife de Coral.

Al día siguiente, Mariquita, Hormiga y Abeja fueron a hablar con el Señor Saltamontes, muy conocido en la pradera por sus innumerables viajes por el mundo.
- Buenos días, Señor Saltamontes - dijo Mariquita.
- Buenos días, niñas. ¿Qué os trae por aquí?
- Veníamos a pedirle un favor - dijo Hormiga.
-Si, queremos ayudar a unos nuevos amigos que hemos conocido. Viven en la granja que fuimos a visitar. Queremos ayudarles a regresar a su verdadera casa - le explicó Mariquita.
- ¡Muy interesante! - dijo pensativo el Señor Saltamontes - ¿y dónde viven?
- En el Arrecife de Coral, son dos peces. Los pobres están muy tristes, añoran su hogar -dijo Abeja.
- El Arrecife de Coral está muy lejos de aquí, yo estuve allí hace algunos años, un lugar muy bonito, y sus habitantes - dijo el Señor Saltamontes, mirando al cielo pensativo - eran encantadores. Sí, os ayudaré.

El Señor Saltamontes fue a su casa a buscar el mapa que les conduciría hasta el Arrecife de Coral y les indicó todo el camino hasta el mar.
- Será un viaje duro - les advirtió el Sr. Saltamontes -, debéis prepararos bien.
- Muchas gracias - dijeron las tres a la vez.
A la mañana siguiente, ya estaban las tres preparadas para el viaje cuando llegó el Señor Saltamontes.
Empezaron a caminar hasta que llegaron a la granja. Allí estaba el Señor Perro, que, en cuanto le contaron su plan, decidió ayudarles.
El Señor Perro entró en la casa y se acercó a la pecera, les explicó a los peces lo que sucedía y estos se alegraron muchísimo. De un salto, agarró la pecera con la boca y la llevó hasta el garaje, donde le esperaban los demás.
Ya en el garaje, metió la pecera en la parte trasera de la furgoneta del granjero.
- Chicas, ayudadme a atar la pecera a la furgoneta para que no se caiga – dijo el Señor Saltamontes mientras sacaba una cuerda muy extraña de su mochila.
- ¡Qué cuerda más rara! – dijo Abeja.
- Es una cuerda tejida con tela de araña. Me la regaló la Señora Araña para mi viaje al Himalaya. Es la cuerda más resistente del mundo – dijo Saltamontes muy orgulloso.
De repente se abrió la puerta del garaje. Era el granjero, con el Señor Perro. Se subieron a la furgoneta y el granjero la puso en marcha.
- ¡Agarraos bien, el camino tiene muchos baches! - gritó el Señor Saltamontes a sus compañeras - ¡comienza la aventura!
Pasado un buen rato, llegaron al pueblo y la furgoneta se paró. Cuando el granjero entró en una tienda cercana, el Señor Perro fue a la parte trasera de la furgoneta.
- ¡Daos prisa, saldrá enseguida! Yo cogeré la pecera y vosotros subid encima de mí.
Los tres saltaron al lomo del Señor Perro y se agarraron muy bien.
-¿Adónde vamos ahora? - preguntó el Señor Perro.
- Hay que salir del pueblo - gritó el Señor Saltamontes -, ya estamos cerca, todo recto por esa calle.
El Señor Perro se echó a correr, con la pecera en la boca.
- ¡Socorro, socorro!  -gritaron Marco y Susi.
- ¿Qué pasa? ¿Quién grita? - preguntó Mariquita, mientras el Señor Perro paraba en seco.
- Somos nosotros, con tanto movimiento se está saliendo el agua de la pecera y Susi casi se cae al suelo - dijo Marco con la voz entrecortada -,  tienes que ir más despacio.
El Señor Perro se puso a caminar con más cuidado, hasta que salieron del pueblo. Llegaron a un camino, que según el mapa les llevaba directos a la playa. Empezó a anochecer y decidieron acampar.
- Es la primera vez que estamos fuera de casa tanto tiempo - dijo Mariquita, un poco asustada por la oscuridad.
- No os preocupéis - dijo el Señor Perro -, yo vigilaré toda la noche mientras vosotros dormís. Debéis descansar, todavía queda un largo camino.
A la mañana siguiente,  se pusieron de nuevo en camino. Estuvieron caminando toda la mañana a través de varias praderas y de un bosque, y a media tarde:
-¡Ya veo el mar!- gritó el Señor Saltamontes.
Todos empezaron a saltar de alegría. Marco y Susi, a su manera, también daban saltos. No lo podían creer, habían vuelto a casa.
Por fin llegaron a la playa y acercaron la pecera al mar. Entre todos ayudaron a Marco y a Susi a llegar hasta el agua.
 Ya dentro del agua, Marco y Susi se despidieron de sus amigos.
- Muchísimas gracias por traernos hasta aquí - dijo Susi entre sollozos -, nunca pensé que volvería, pero vosotros me habéis devuelto la alegría. No os olvidaré jamás.
- Espero que un día podáis venir a visitarnos, estáis todos invitados - dijo Marco muy feliz.
Mariquita y todos sus compañeros se despidieron de ellos y les prometieron que para el verano vendrían de visita. No querían perderse ese maravilloso lugar llamado Arrecife de Coral.